martes, 31 de enero de 2017

Por Juliana Valencia

Lo que llega con la falta de oportunidades

Cuando las oportunidades son escasas y solo para unos cuantos, es difícil prevenir problemáticas sociales que a la final terminan siendo perjudiciales para una ciudad.

Podemos decir que ese es el caso de Medellín cuando de ventas ambulantes se trata, y es que se estima que hasta 2014, eran alrededor de 4.458 personas que día a día sale en el famoso “rebusque” para obtener las ganancias necesarias para suplir sus necesidades.

A pesar de que este problema se ha tratado y en mi opinión regulado de manera inhumana, todavía pueden verse las calles invadidas de desigualdad, desempleo y más aún, falta de oportunidades.

Creo que no soy la única que ha reflexionado sobre la manera en que espacio público (el ente encargado de la regulación de esta problemática) arrebata la mercancía a los vendedores informales; está bien que lo hacen por cumplir órdenes pero a algunos le gusta la crueldad y disfrutan del sufrimiento de los otros.

Pienso que ese sistema puede ser mejorado para no seguir involucrando sentimientos de rabia, rencor y odio en una sociedad que está en busca de la paz.

Necesitamos más oportunidades

Y no solo para los que pueden acceder a la educación y a un empleo estable, sino también para los que por su estado de vulnerabilidad, no pueden hacerlo.

En Medellín y en todo Colombia, los ciudadanos para acceder a un trabajo formal, deben haber cursado el bachillerato completo, por lo que estas oportunidades son limitadas para las personas que por factores como la pobreza extrema, el desplazamiento entre otras, no pueden acudir a los centros educativos, lo que implica que estas recurran a las calles como alternativa de trabajo.

Según varias investigaciones realizadas por la alcaldía, los vendedores informales son de estratos bajos, pagan arriendo, so madres cabezas de familia o padres solteros, adultos te la tercera edad y familias con hasta 4 y 6 hijos; niños que en el futuro siguen los pasos de sus padres y heredan sus negocios.

Trabajar en la inclusión

La ciudad debe trabajar en soluciones para este tipo de problemáticas sociales y no dejarlas no el olvido; se deben plantear nuevas estrategias y construir elementos como los que la ciudad construyó cuando necesitó más espacio; deben existir más posibilidades para este tipo de comercio pues la modernización no significa acabar con las cosas que ya existían sino mejorarlas para que se sean de gran aporte para la sociedad.



martes, 24 de enero de 2017

Más allá de una división

Por Juliana Valencia

Pareciera increíble lo sucedido en los últimos meses en Estados Unidos; la llegada al poder de un típico rico americano: racista, frívolo y al parecer con corazón de hierro. 


Donald John Trump, uno de los empresarios más importantes del país norteamericano, es hoy quien precede al que por 8 años fue el jefe de estado de la potencia e inquilino de la casa blanca Barak Obama; un hombre que dentro de mi opinión, por medio de un discurso demócrata, llegó a unificar no solo a los ciudadanos americanos, sino a aquellas personas que a causa de factores como el desempleo la falta de educación, entre otros, llegaron con el “sueño americano" en busca de una “mejor calidad de vida”; a pesar de haber superado a George W. Bush, al duplicar el número de deportaciones de inmigrantes con antecedentes criminales. 

 Hoy en día la cifra de personas que llegaron a Estados Unidos con esa visión de mejorar sus oportunidades, asciende 11,3 millones, números alarmantes y que ponen en duda el futuro después del posicionamiento de Trump como presidente, quien con un discurso nacionalista y xenófobo hablò durante su candidatura de expulsar a todos los inmigrantes para “mejorar” el país solamente para sus ciudadanos. 

  ¿Deportar a los 11,3 millones de indocumentados? 

Esta pareciera una tarea difícil para la cual, según un estudio realizado por la American Action Forum (AAF), se necesitarían alrededor de 20 años, un tiempo tan prolongado que Trump no podría verlo culminar por el periodo de su mandato de solo 4 años; además del tiempo, los costos de esta decisión serían realmente altos, pues el proceso de deportación oscila entre 10,070 dòlares por persona, que multiplicados por los 11,3 millones de indocumentados daría un total de 113 mil millones de dólares. 

Lo anterior nos muestra el gran reto que trazaría Trump a las fuerzas militares, policiales y fronterizas del país. Pero esa no es la única estrategia del magnate para contrarrestar la inmigración ilegal hacia su país; la construcción de un muro fronterizo entre Estados Unidos y México fue otra de las más sonadas en toda la campaña presidencial, "Build the wall!" repetían sus seguidores en los diferentes discursos. ¿Estarían todos conscientes de lo que significa no solo para ellos sino para el mundo la construcción de dicho muro?, ¿será esa la solución más acertada para frenar la inmigración ilegal y los carteles de la droga de un país a otro?

La misma historia se ha encargado de mostrarnos que cuando estas barreras son creadas, lo único que hacen es acelerar la “creatividad” para buscar nuevas formas de atravesarlas sin importar el costo; además envían un mensaje de división, miedo y guerra, no solo para los países que son separados sino para el resto del mundo.

 Creo que estas soluciones planteadas por el nuevo mandatario, no deben ser físicas sino que deben estar basadas la cooperación, en una mayor coordinación y colaboración entre las autoridades, y “tienen que basarse en el uso de tecnología e intercambio de información” como lo plantea el investigador de la Escuela de Estudios Transfronterizos, de la Universidad Estatal de Arizona, Francisco Lara-Valencia.